A favor o en contra


Las polémicas admiten pocos caminos. Generalmente dos opciones marcadamente distintas y con poco espacio a los matices. Algo así conspiró a la hora de dar cuenta de la última realización de Clint Eastwood: “Gran Torino”.

Consolidado como actor –algo que es indiscutible- podría calificárselo de achacoso y reiterativo al posicionarse una vez más como el hombre recio y curtido por los avatares de la vida. Acá, aunque lejos del far west, está golpeado por la guerra, la muerte y el odio engendrado en el campo de batalla.

Con una vida despojada de placeres y con lo único que valía la pena en el eterno descanso, Walt Kowalski va tomando conciencia de que al no poder compartir sus últimos días con su esposa, sólo le queda su perra Daisy.

En medio de la historia costumbrista sobre los malos humores y pésimos encuentros de Walt con sus familiares consanguíneos, transcurren las líneas de la discrepancia.

Este film con el que el cineasta dice despedirse de la actuación ¿es apología del fascismo?, o ¿podría ser la mirada de un fascista que no tiene más opciones que darse de lleno contra sus consideraciones por los diferentes?

Estados Unidos –donde se desarrolla la narración- es actualmente una ‘multinación’, como muchos otros tantos países del primer mundo. Los guetos son una realidad, la discriminación un hecho. En medio de esos prejuicios una anécdota de vida -quizás con varios lugares comunes- se desarrolla para mostrar que más allá de los odios puede haber espacio a la confesión y la amistad.

Pese a todo, a las duras calificaciones que caen sobre la película y sus protagonistas, es bueno recordar que Eastwood no ha tenido tapujos en mostrar dos miradas de una misma guerra (“Cartas desde Iwo Jima” -Letters from Iwo Jima- y “La Conquista del Honor” -Flags of our Fathers-), evidenciar las miserias humanas (“Río Místico” -Mystic River-) o actualizar el drama de una mujer anónima a principios del siglo XX que desnudó la hipocresía de una sociedad (“El Sustituto” –Chalenging-).

Por ello vale un merecido reconocimiento –y la entrega de tiempo para adentrarse en el film- no más sea para discrepar o para conocer el gran estilo con el que eligió –si es que cumple- despedirse de la mirada del espectador.

Por Yelly Barrios

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