Rojos y de charol

Cuando la ansiedad, las decisiones apresuradas, la vorágine, la insensatez, el descontrol, el sinsentido, la falta de un rumbo, la ausencia de propósitos claros -junto a varias emociones y actitudes similares- se suman, estamos ante un problema.

¿Quién e
n algún momento de la vida no ha sentido estar bailando una danza desenfrenada? Un mareo y nauseas, acompañado de la sensación de estar perdidos, suele acompañar estos pasos.

Finalizando noviembre el anuncio de la reedición del cuento “Los zapatos rojos”, del danés Hans Christian Andersen, me recordó lo cautivante y peligroso que puede ser ponerse unas zapatillas rojas, comenzar a bailar y perderse al punto de no saber a dónde se estaba o se deseaba ir.
En el cuento, la protagonista desea con muchísima intensidad unas zapatillas rojas de charol. Que son hermosas y muy atractivas por cierto. Sin embargo carece de medios para adquirirlas. A través de un acuerdo que alcanza con una anciana ciega que la acoge al quedar huérfana, la joven logra obtener sus zapatillas, y luego presa de su vanidad, inicia un baile del que no podrá salir sin dañarse.

Hace muchos años encontré en mi camino un maravilloso libro que contiene cuentos clásicos recopilados y analizados por la investigadora y psicóloga estadounidense, Clarisa Pínkola Estés. En ese libro, Mujeres que corren con los lobos, las atractivas zapatillas de charol rojas ocupan varias páginas de estudio. Recuerdo devorarme capítulos enteros del libro más de una vez a lo largo de los últimos diez años. Recomendarlo. Estudiarlo. Subrayarlo. Hacerle anotaciones. Olvidar lo que decía y obligarme a volver a releerlo.

En un fragmento del análisis la escritora recuerda que “una de las cosas más importantes que podemos hacer es entender la vida, cualquier manifestación de vida, como un cuerpo viviente en sí mismo, que respira, renueva sus células, cambia de piel y se desembaraza de los materiales de desecho. Sería una estupidez pensar que nuestros cuerpos no producen materiales de desecho más de una vez cada cinco años. Sería necio creer que, por el hecho de haber comido hoy, mañana no estaremos hambrientos. Y también sería estúpido creer que, una vez resuelta una cuestión, la habremos resuelto definitivamente, y, una vez aprendida una cosa, siempre seremos conscientes de ella. No, la vida es un gran cuerpo que crece y disminuye en distintas zonas y a distintos ritmos. Cuando nos comportamos como el cuerpo, trabajando con vistas al nuevo desarrollo, abriéndonos paso entre la mierda, respirando o descansando, estamos muy vivas y nos encontramos en el interior de los ciclos de la Mujer Salvaje. Si consiguiéramos comprender que nuestra tarea consiste en seguir realizando la tarea, nos sentiríamos mucho más orgullosas y estaríamos mucho más tranquilas".

Los cuentos clásicos poseen un poder que muchas veces pasa desapercibido. En ellos se concentran metáforas y moralejas sobre las emociones y las relaciones humanas. Son compilados concentrados de enseñanzas que merecen la pena rescatarse y perpetuarse en el tiempo. Como lo realizó la editorial Impedimenta este 2011 apostando a una cautivante ilustración para sacarle polvo a un cuento, que sin dejar de ser clásico, posee un valor muy contemporáneo.

1 comentario:

  1. Las que usa justin bieber en los conciertos. Las mismas supra rojas

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