Solo treinta


Llegué a mi tercera década. La estoy estrenado. Según marcaban los usos y costumbres sociales con los que me criaron a esta edad una mujer estaba establecida. Tendría una profesión, independencia económica y una familia. Su propia familia: marido, hijos…


No es mi caso. Mis 30 me llegan con años más de experiencia que mis “veintes”, y con la mitad del camino recorrido. Eso me resulta un buen promedio. Digamos que tan mal no vengo, el 50 por ciento lo tengo resuelto y en camino. Lo restante está totalmente incompleto.


Siento un desafío extraño por delante. El de pelear por mí. Por saber quién soy, qué quiero, adonde voy. Preguntas un tanto redundantes, porque resulta que me las he formulado en otros tantos momentos de la vida. Pero aquí voy de nuevo “a por ellas”…


Llegué a mis 30. Muchas cosas que suponía serían… no fueron. Hoy es lo que es. Un momento maravilloso para andar, cayendo a veces, pero sin perder la fortaleza para volver a levantarme y seguir.


Llegué a mis 30, me merezco un buen postre. ¡Claro que sí! De esos bien dulces y cargados que me gustan a mi. Esos que te dejan varios kilos extra de una vez, esos que se suman a algunas canas que descubrí en mi cabello, a pequeñas nuevas arrugas en el rostro y a la nueva “guerra” contra la papada… ¡Que vengan, si faltan kilómetros por recorrer! No quiero pelear contra el paso del tiempo, quiero avanzar y crecer con él.


Imagen: Salvador Dali, "Muchacha en la ventana"

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