Las infelices desgracias de un hombre serio

Un hombre serio, ¿es un hombre infeliz? Según se desprende de la última película de los afamados hermanos Cohen, parecería que sí. Un hombre serio, Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg), suma desgracias a cada paso que da, y en base a eso, se teje la trama de la obra que se menciona como una comedia muy seria (o un drama muy cómico), que en definitiva queda a medio camino de todo.

El comienzo no se enlaza con el desarrollo, y la conclusión resulta ser una ecuación de mil y una desventuras –personales y familiares- que dejan sabor a poco. La película está ambientada en Minnesota en 1967, y allí Gopnik -profesor universitario y padre de familia judío- comienza a sufrir las consecuencias de que su mundo se desmorone minuto a minuto.

Gopnik trata de aferrarse a la religión, pero no lo logra. Busca recursos para zafarse de las desgracias familiares en su trabajo, pero encuentra más problemas. Avanza en aceptar la realidad que se le presenta y descubre que todo resulta ser una porquería, pese a que él es un hombre serio.

No hay moralejas. No hay comedia (salvo algunos pícaros recursos cinematográficos). No hay drama. Reitero, hay una aleatoria suma de desgracias que acaban en un supuesto desastre. Como si de algunas complejas situaciones en la vida, no tuvieses más resultado que el tirarse a esperar morir.

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