Nunca, hasta ahora, leí ningún libro de León Tolstoi. Me alcanzó sin embargo ver un tramo de su vida -el último- en una película para empezar a leer alguno. “Nunca es tarde para empezar de nuevo”, dijo el propio Tolstoi, y ese concepto de vida me vale como segunda excusa para leerlo (si es que necesitaba alguna más).
Su alegato al amor, el movimiento que creó, su vida, su familia, sus seguidores son presentados en “La última estación” como cruciales en el tiempo del adiós del escritor. Pese a que nunca se pierde de vista al protagonista, todos esos personajes que lo rodean conforman un núcleo del que no puede perderse ni un paso. Hacerlo, es desperdiciar mucha esencia de la película.
En la mirada del director Michael Hoffman,Tolstoi rinde tributo al pasado y apoya con su vida sus creencias más firmes. Vive con pasión y lealtad a sí mismo. Ama a una mujer, a sus hijos, a sus discípulos, y también enfrenta conflictos, sobre todo éticos. Vive hasta el último aliento creyendo en lo que construyó, y deja en este espacio de tiempo un deseo intrínseco de seguir presente por siempre. Algo que de hecho, logró.
No hay comentarios:
Publicar un comentario