Quien haya visitado alguna vez una granja, sabrá que matar a un cerdo es un hecho trágico. Ante esas circunstancias parece que el animal conoce su destino. Los sonidos que emite son como un profundo lamento. Es cruel.
Emma sabe eso, y para evitarlo, procede de una manera única cada vez que va a matar a uno de los cerdos de su granja, donde vive sola en la campiña alemana.
Emma tiene deudas, y para cobrarlas, la visita a veces el policía del pueblo que le recuerda que si no paga perderá todo. Así transcurren sus días.
El accidente de un automovilista -desahuciado por una enfermedad- le cambiará la vida. Con este hombre, que no tiene nada que perder, y que no quiere ganar nada tampoco, encontrará mucho. Lo evidente, el amor. Pero por detrás de ese esperable encuentro se teje un desenlace que enfrentará a Emma con su propio destino.
“La suerte de Emma” del alemán Sven Tadicken tiene una calidez especial, que sirve de colchón para amortiguar el dolor que llega siempre con lo inevitable de la vida: la muerte.
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