Un artista logra plasmar su esencia en lo que hace. Capta la atención de quien contempla y llena de magia el entorno en el que se desarrolla. Sorprende. Es atemporal.
Hace pocas horas descubrí el delicado pulso de Michael Dudok de Wit, un holandés que cautiva a muchos desde hace varios años con su técnica para contar historias dotadas de brillo, personalidad y creatividad.
Sus delicados modos de narración se tradujeron en destacados galardones internacionales. Alcanzó incluso la conquista de un premio Oscar en 2001 por su cortometraje animado Father and Daughter (2000), según se detalla en IMDB.com.
Sus trabajos más recientes mantienen la misma esencia, y pueden encontrarse navegando un poco en la red. Sin embargo, al tratar de investigar más aparecen datos sobre sus trabajos, pero poco material que describa al autor.
Halagos y reconocimientos sin duda sobran. Algunos lo señalan como “el poeta de las imágenes”; otros “el animador humanista”. Una breve reseña sobre su trayectoria detalla que nació en el año 1953, que estudió grabado en Ginebra y animación en Inglaterra.
Father and Daughter es la historia de un hombre que se despide de su hija y parte hacia otro lugar. Con el tiempo ella crece, forma su propia familia, y envejece. Pero en su interior se mantendrá siempre el profundo anhelo por el reencuentro con aquel hombre que un día le dijo adiós.
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