La muerte ante cámaras y sin ellas

Un accidente de tránsito se cobró la vida de un joven de 22 años. El carácter público del muchacho, por ser parte del plantel de un club de fútbol, puso el hecho en otra dimensión. En los medios de comunicación audiovisuales se difundió la noticia por varios minutos y en amplios espacios de la prensa se publicó el parte médico, los mensajes de apoyo que recibió mientras peleó por su vida y el aguante de los amigos a su núcleo más cercano. El dolor que llegó con el trágico anuncio de su muerte produjo un nudo en la garganta en cientos de personas que sin sufrir por supuesto el desconsuelo de su familia, sintió la impotencia que conllevan estas situaciones.

Durante su funeral transmitido en vivo por la televisión, se vio al público agolpándose para rendirle homenaje antes de su entierro. Hubo aplausos, ovaciones y emociones encontradas. Dolor, angustia y rabia mezclados por una circunstancia que en Uruguay es pan de todos los días.


Más allá de las causas del hecho, ¿tiene que trascender para recordar que esto pasa a diario? Son decenas las familias que sufren instancias similares cotidianamente y muchos los que lamentamos contar al menos a un amigo o conocido que se desgarró en el anonimato (sin la mirada atenta de las cámaras) por la pérdida irrecuperable de un ser amado en un accidente, o como ha dado en denominarse, siniestro vial. Esa herida no sana nunca. Pero la obligación de reflexionar sobre el problema y tomar decisiones personales y compartidas para combatirlo, tampoco debería pasar al olvido.

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