Durante su funeral transmitido en vivo por la televisión, se vio al público agolpándose para rendirle homenaje antes de su entierro. Hubo aplausos, ovaciones y emociones encontradas. Dolor, angustia y rabia mezclados por una circunstancia que en Uruguay es pan de todos los días.
Más allá de las causas del hecho, ¿tiene que trascender para recordar que esto pasa a diario? Son decenas las familias que sufren instancias similares cotidianamente y muchos los que lamentamos contar al menos a un amigo o conocido que se desgarró en el anonimato (sin la mirada atenta de las cámaras) por la pérdida irrecuperable de un ser amado en un accidente, o como ha dado en denominarse, siniestro vial. Esa herida no sana nunca. Pero la obligación de reflexionar sobre el problema y tomar decisiones personales y compartidas para combatirlo, tampoco debería pasar al olvido.
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