Hay cosas que no se enseñan en ninguna academia. Las tenés o no. La ética es una de esas pequeñas grandes cosas que se tienen, o no. Es sencillo, como el dilema planteado en The Insider (“El informante”), donde la ética, la noticia y el hombre debaten por elegir el camino que marque mayor fidelidad a lo que cada uno es.
Michael Mann conquistó diversos premios con “El informante”, una historia real en donde las corporaciones tabacaleras de Estados Unidos acorralan a un ex ejecutivo, a un periodista y a una cadena de televisión. O mejor dicho, acorralan las éticas de unos y otros.
Es una clara muestra de cuánto puede manipularse una información, de cómo puede tergiversarse un dato, acomodándolo a distintas conveniencias. En tiempos electorales, o no, en Estados Unidos, Uruguay u otras partes del planeta, esto es algo que sucede a diario y contra lo que algunos, como Lowell Bergman (Al Pacino), luchan denodadamente.
Este periodista de gran trayectoria, productor del programa “60 minutos” de la cadena CBS, encuentra una mañana en un envío anónimo que llega a su casa un mundo de corrupción y mentiras donde lo que pesa la balanza es la salud de millones de personas, o los miles de millones de pérdidas económicas de unos pocos. Presiones y engaños se enredan con el dilema de seguir o no la tentadora senda financiera o, con temor, cumplir con el deber de desnudar los sucesos tal cual los cita “la calificada fuente”, Jeffrey Wigand (Russell Crowe).
En tiempos donde la (aparente) saturación informativa llena las pantallas vale la pena detenerse en esta historia real que develó con maestría los entretelones de un mega caso de adulteración de la realidad y menoscabo al público. Una historia que se traslada a otros lugares y contextos no tan grandilocuentes, pero no por ello menos importantes.
El periodismo y por ende los periodistas estamos siendo cuestionados. Los públicos ya no son lo que eran, tienen herramientas para juzgar con dureza, y lo hacen. Tienen mecanismos para conocer con detalle los posibles embustes, y los denuncian. Tienen un poder que otrora no, y lo usan; cuestionan, preguntan, rebaten, indagan. Los comunicadores deberíamos tenerlo presente en cada nota, y no olvidar.