El valor de lo intangible



Cuando una película entretiene, alcanza generalmente éxito de taquilla. Este no es el caso...

En Las horas del verano (L’ Heure d’été) la regla -si es que la hay- sería inversa; cuando una película sorprende, generalmente es un éxito, pero para una elite que se animó a verla. La película de Olivier Assayas cuenta la historia de una familia compuesta por una mujer viuda, Hélène Berthier, sus tres hijos adultos y varios nietos. Esa mujer, sobrina del artista francés Paul Berthier, sabe que está por morir, y con ella, historias, secretos y una colección de objetos de arte que guardó con precioso celo durante muchas décadas.

Con su anunciada muerte llega el duelo, y luego el inevitable debate familiar sobre la sucesión y la decisión de mantener, o no, las valiosas pertenencias. En esto, en el valor, es donde se esconde la maravilla de la película; lo que sorprende de a poco y con mucho recato.

Ella no las valoraba como obras en sí mismas, sino por el amor que tenía por aquel hombre, que más que su tío, fue su amante de todas las horas. Ese descubrimiento, que llega promediando la película, se confirma al conocer que ella guardaba en una bolsa arrugada y escondida, una escultura de Edgar Degas. Para Hélène este objeto roto por los años no tenía valor. Un coleccionista de arte o un museo lo restauraría al instante para apreciar su belleza y cotizarlo a una no despreciable suma de dinero.

Las discusiones sobre dos cuadros de Jean-Baptiste Camille Corot, que finalmente se esfuman en dinero, y la corroboración de que un escritorio de diseñador renacentista en un museo pierde la magia que tenía en un estudio familiar, van escribiendo una gran pregunta. Al salir del cine y hasta este momento, pienso en ese mensaje subconsciente sobre el valor de las cosas, en el arte.

Para este caso, esa discusión sobre las reproducciones artísticas como fenómeno de “socialización y equidad” me resulta vago y superfluo. Está claro que si las piezas artísticas estuviesen guardadas al ojo público, millones perderíamos de apreciarlas. Pero también es interesante esa reflexión sobre qué es más hermoso, si un valioso jarrón de porcelana china en una vitrina del museo o ese mismo objeto decorando y aromatizando con flores un ambiente familiar...

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