Inundaciones, sequía, deforestación, derretimiento de los glaciares, desgaste del suelo, tornados, estiércol de miles de cabezas de ganado, y chimeneas humeantes son imágenes familiares. También lo son las que muestran a líderes de países desarrollados negociando el futuro del planeta.
Sin embargo, las acciones que se toman en cada hogar pueden ser tan poderosas como las que debaten los líderes esta semana en L’Aquila, Italia.
Allí los representantes del G-8 negocian el documento que debatirán en diciembre en la Conferencia sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, a celebrarse en diciembre en Copenhague, Dinamarca, que tratará de consolidar un nuevo rumbo para las naciones y las acciones que tomarán para proteger el futuro del planeta.
Sin embargo, un tema que parece tan lejano merece especial atención en los núcleos más íntimos de una sociedad, como lo son las familias. Debates, análisis, información y conciencia en el hogar pueden ser herramientas de poderosa incidencia. Son como los efectos del vuelo de una mariposa.
Algunas cosas concretas qué se pueden hacer en el hogar, algo así como “Mi efecto mariposa” son: el reciclaje de la basura en el hogar, separar lo orgánico de lo inorgánico y posteriormente depositarlo en los contenedores destinados a cada uno de estos residuos, guardar en un balde el agua que se vierte de la ducha mientras se espera que caliente, cerrar la canilla mientras se lava los dientes o se afeita, no utilizar bolsas plásticas al realizar las compras domésticas, consumir bebidas en envases retornables, al salir de su casa, no olvide apagar todas las luces y aparatos eléctricos conectados a la pared.
Mientras los representantes de las economías dominantes intentan ponerse de acuerdo sobre lo que están dispuestos a ceder para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (entre otras cosas), hay gobiernos que toman medidas concretas, como es el caso de Gran Bretaña. El gobierno intenta que los ciudadanos tomen conciencia del problema en su vida diaria.
Además de trabajar por un “acuerdo ambicioso, eficiente y justo” a negociar en Copenhague, lleva adelante un proceso “en casa que disminuyó desde 1990 hasta la fecha un 20% de sus emisiones de gas con efecto invernadero”, indica un informe de la Embajada Británica. Ese proceso que inició Gran Bretaña se expandió a otros países, entre ellos los del Río de la Plata, tal como se difundió el pasado martes 7 de julio en Buenos Aires, durante un encuentro organizado por la Embajada Británica de Argentina y la BBC Wolrd Service Trust, del que participó Observa. Las proyecciones como datos fríos en una gráfica resultan alarmantes, pero cuando se les suman imágenes de las consecuencias que acarrea el cambio climático para el crecimiento económico, la amenaza se vuelve impactante.
Actualmente el gobierno Británico – a través de sus embajadas en el Cono Sur- y una ONG argentina preparan la difusión del primer informe sobre las consecuencias económicas en América Latina del cambio climático, que dará pantallazos de este nuevo enfoque del problema. Mientras tanto, se ratifican las proyecciones sobre lo que ocurrirá en el planeta si gobiernos y ciudadanos no revierten los actuales procesos de deterioro de los recursos naturales. Por tal motivo, algunas naciones se muestran firmes en los planteos concretos que deberán acordarse en diciembre en Copenhague.
En menor escala también suceden procesos sociales, impulsados por gobiernos nacionales, locales y ONGs como los que fomentan el reciclaje de materiales plásticos, cartón y basura electrónica, la reutilización de agua con efectos residuales, casas de materiales amigables con el medio ambiente, etc. Procesos quizá no tan trascendentes a primera vista como los necesarios para revertir los efectos del cambio climático a nivel global, pero que, como el efecto mariposa, generan pequeñas corrientes de aire, que impulsan otras mayores, y así producen fenómenos inimaginables si se miden las dimensiones del pequeño aleteo que los provocó.
Sin embargo, las acciones que se toman en cada hogar pueden ser tan poderosas como las que debaten los líderes esta semana en L’Aquila, Italia.
Allí los representantes del G-8 negocian el documento que debatirán en diciembre en la Conferencia sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, a celebrarse en diciembre en Copenhague, Dinamarca, que tratará de consolidar un nuevo rumbo para las naciones y las acciones que tomarán para proteger el futuro del planeta.
Sin embargo, un tema que parece tan lejano merece especial atención en los núcleos más íntimos de una sociedad, como lo son las familias. Debates, análisis, información y conciencia en el hogar pueden ser herramientas de poderosa incidencia. Son como los efectos del vuelo de una mariposa.
Algunas cosas concretas qué se pueden hacer en el hogar, algo así como “Mi efecto mariposa” son: el reciclaje de la basura en el hogar, separar lo orgánico de lo inorgánico y posteriormente depositarlo en los contenedores destinados a cada uno de estos residuos, guardar en un balde el agua que se vierte de la ducha mientras se espera que caliente, cerrar la canilla mientras se lava los dientes o se afeita, no utilizar bolsas plásticas al realizar las compras domésticas, consumir bebidas en envases retornables, al salir de su casa, no olvide apagar todas las luces y aparatos eléctricos conectados a la pared.
Mientras los representantes de las economías dominantes intentan ponerse de acuerdo sobre lo que están dispuestos a ceder para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (entre otras cosas), hay gobiernos que toman medidas concretas, como es el caso de Gran Bretaña. El gobierno intenta que los ciudadanos tomen conciencia del problema en su vida diaria.
Además de trabajar por un “acuerdo ambicioso, eficiente y justo” a negociar en Copenhague, lleva adelante un proceso “en casa que disminuyó desde 1990 hasta la fecha un 20% de sus emisiones de gas con efecto invernadero”, indica un informe de la Embajada Británica. Ese proceso que inició Gran Bretaña se expandió a otros países, entre ellos los del Río de la Plata, tal como se difundió el pasado martes 7 de julio en Buenos Aires, durante un encuentro organizado por la Embajada Británica de Argentina y la BBC Wolrd Service Trust, del que participó Observa. Las proyecciones como datos fríos en una gráfica resultan alarmantes, pero cuando se les suman imágenes de las consecuencias que acarrea el cambio climático para el crecimiento económico, la amenaza se vuelve impactante.
Actualmente el gobierno Británico – a través de sus embajadas en el Cono Sur- y una ONG argentina preparan la difusión del primer informe sobre las consecuencias económicas en América Latina del cambio climático, que dará pantallazos de este nuevo enfoque del problema. Mientras tanto, se ratifican las proyecciones sobre lo que ocurrirá en el planeta si gobiernos y ciudadanos no revierten los actuales procesos de deterioro de los recursos naturales. Por tal motivo, algunas naciones se muestran firmes en los planteos concretos que deberán acordarse en diciembre en Copenhague.
En menor escala también suceden procesos sociales, impulsados por gobiernos nacionales, locales y ONGs como los que fomentan el reciclaje de materiales plásticos, cartón y basura electrónica, la reutilización de agua con efectos residuales, casas de materiales amigables con el medio ambiente, etc. Procesos quizá no tan trascendentes a primera vista como los necesarios para revertir los efectos del cambio climático a nivel global, pero que, como el efecto mariposa, generan pequeñas corrientes de aire, que impulsan otras mayores, y así producen fenómenos inimaginables si se miden las dimensiones del pequeño aleteo que los provocó.
Por Yelly Barrios, publicado en Observa.com.uy
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