La constancia no es precisamente lo que me está caracterizando. Una mezcla de emociones encontradas, de intensidad de experiencias y de falta de ideas son las razones que objeto para mi ausencia. En esta nada de contenidos públicos, hubo cargas constantes de información circulando en torno a mí. Una de las señales que más me entusiasmó para volver a escribir fue la que experimenté con Las Aventuras de Tintín, El secreto del Unicornio.
Las elecciones aleatorias explican la razón de por qué describir esta experiencia y no otras, como las relaciones de familia que intenté relatar luego de ver El árbol de la vida de Terrence Malick y que no fructificaron; o las ironías de Four Lions, una historia donde algunas acciones de terroristas y policías se analizan con el lente del humor negro. Nada de eso me animó. Ha sido Tintín, y sus aventuras en 3D, lo que más entusiasmo me ha despertado. Siempre hago un viaje espectacular al ponerme esas gafas negras que me llevan a vivir una experiencia en “tres dimensiones” que me fascina. La película dirigida por Steven Spielberg y producida por Peter Jackson no ha sido la excepción. El film, que recrea con muy buena fidelidad una de las famosas historietas del belga Georges Remi (Hergé), tiene todo para completar la experiencia.
Como buen periodista, Tintín está dotado de una curiosidad insaciable. En esta entrega, y acompañado de su leal perro Milú descubre que la maqueta de un barco contiene un enigmático y secular secreto que debe investigar. Así es como el personaje se encuentra en el punto de mira de un villano que cree que el joven ha robado un valioso tesoro vinculado al pirata llamado Rackham el Rojo. Con la ayuda de Milú, del capitán Haddock y de los detectives Hernández y Fernández, Tintín viajará para burlar a sus perseguidores y encontrar antes que ellos El Unicornio, un navío hundido que puede proporcionar la clave para encontrar una fabulosa fortuna y descifrar una antigua maldición.
Las elecciones aleatorias explican la razón de por qué describir esta experiencia y no otras, como las relaciones de familia que intenté relatar luego de ver El árbol de la vida de Terrence Malick y que no fructificaron; o las ironías de Four Lions, una historia donde algunas acciones de terroristas y policías se analizan con el lente del humor negro. Nada de eso me animó. Ha sido Tintín, y sus aventuras en 3D, lo que más entusiasmo me ha despertado. Siempre hago un viaje espectacular al ponerme esas gafas negras que me llevan a vivir una experiencia en “tres dimensiones” que me fascina. La película dirigida por Steven Spielberg y producida por Peter Jackson no ha sido la excepción. El film, que recrea con muy buena fidelidad una de las famosas historietas del belga Georges Remi (Hergé), tiene todo para completar la experiencia.
Como buen periodista, Tintín está dotado de una curiosidad insaciable. En esta entrega, y acompañado de su leal perro Milú descubre que la maqueta de un barco contiene un enigmático y secular secreto que debe investigar. Así es como el personaje se encuentra en el punto de mira de un villano que cree que el joven ha robado un valioso tesoro vinculado al pirata llamado Rackham el Rojo. Con la ayuda de Milú, del capitán Haddock y de los detectives Hernández y Fernández, Tintín viajará para burlar a sus perseguidores y encontrar antes que ellos El Unicornio, un navío hundido que puede proporcionar la clave para encontrar una fabulosa fortuna y descifrar una antigua maldición.
El secreto del Unicornio, es la primera parte de una aventura que continúa en el siguiente álbum, El tesoro de Rackham el Rojo. Esta idea de final abierto, aprovechada en la película, deja caminos que conducen a varias sendas. Uno de ellos, casi evidente por cierto, es la de una posible secuela del film. El otro el de animar el espíritu aventurero de niños, jóvenes y adultos a volver a abrir los libros de historietas donde Tintín, quién a través de la mano de Hergé, vivió maravillas aventuras que merecen ser leídas
No hay comentarios:
Publicar un comentario